Había una vez un campesino francés que regresaba a su casa después de visitar a un hombre rico en el pueblo vecino.
Ese hombre era generoso. Ayudaba a los pobres y a menudo les daba monedas de oro.
El campesino recibió un gran saco lleno de monedas de oro. Estaba muy contento y cantaba mientras caminaba por el bosque.
Pero de repente, ¡apareció un oso delante de él!
El campesino tuvo mucho miedo y empezó a correr.
El oso corrió detrás de él. El campesino estaba cansado y se detuvo.
¡El oso saltó sobre él! Entonces el campesino agarró la cola del oso y tiró muy fuerte.
Dieron vueltas y vueltas. Mientras tanto, las monedas de oro se cayeron del saco del campesino y rodaron por todo el bosque.
El campesino pensó:
«¡Solo quiero salvar mi vida! ¡El oro no es importante!»
Un leñador pasó por allí.
Vio al hombre y al oso girando, y todas las monedas de oro en el suelo.
El leñador preguntó:
— ¿Qué haces? ¿Y de dónde salen todas esas monedas?
El campesino respondió rápidamente:
— ¡Estas monedas salen de la cola del oso cuando la haces girar!
El leñador, muy codicioso, dijo:
— ¡Dame la cola! ¡Yo también quiero oro!
El campesino fingió dudar, luego le dio la cola del oso al leñador, recogió sus monedas y escapó.
Pero el pobre leñador no recibió ninguna moneda de oro…
Y cuando estuvo demasiado cansado, el oso se lo comió.
Moraleja: La codicia es un defecto muy feo.